Detección del Trastorno del Espectro Autista

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Es muy probable es que en nuestro círculo cercano, ya sea nuestra familia, amigos, en el trabajo, o en el lugar donde vivamos, nos hayamos encontrado con algún niño o niña diagnosticado con el Trastorno del Espectro Autista. Y si tenemos la oportunidad de observarlos, hay ciertas características que puedan llamar nuestra atención. Como la forma en que interactúan con otros, como desarrollan su juego, o quizás como se comunican.

Es innegable que este diagnóstico, se hace cada más frecuente en nuestra sociedad, por lo que debe ser nuestra responsabilidad, conocer un poco más de que se trata, lo que nos permitirá ser una sociedad más inclusiva e informada.


Definición TEA:

El DSM V, define al TEA, como un trastorno del Neurodesarrollo, de origen biológico, y que se inicia en la infancia. Éste, afecta el desarrollo de la comunicación social como de la conducta, con la presencia de comportamientos e intereses repetitivos y restringidos. El TEA presenta una evolución crónica con diferentes grados de afectación, de adaptación funcional y funcionamiento en el área del lenguaje y del desarrollo cognitivo.


Se caracteriza por ser un trastorno complejo y muy heterogéneo, tanto en la etiología, como en la manifestación y evolución de sus síntomas, según la etapa del desarrollo en que el niño se encuentre, además de la edad, del sexo y de la presencia de comorbilidades.


Clasificación TEA:

En el año 2014, el DSM V, publica la nueva conceptualización del TEA, logrando englobar las clasificaciones del autismo en el DSM IV, que eran: el trastorno autista, El síndrome de Asperger, el trastorno generalizado del Desarrollo, entre otros, en una sola nomenclatura de trastornos del Espectro Autista. Con esta nueva clasificación, se pasa a una conceptualización dimensional, permitiendo observar al autismo, como un espectro de trastornos de distinta severidad.


Epidemiología TEA:

Estudios recientes con respecto a la incidencia y prevalencia del TEA, reflejan un aumento importante de los casos,  a nivel mundial, lo que no queda ajeno a nuestra población. Inicialmente, se consideraba la prevalencia del TEA, como un trastorno “raro”, ya que afectaba entre 4-5 niños, por cada 10.000. Hoy las estimaciones nos muestran que 1 de cada 68 niños, está diagnosticado.


Signos precoces TEA:

La detección precoz, es un aspecto fundamental en el abordaje del Autismo, debido a que su abordaje temprano, está íntimamente ligado a su pronóstico. A pesar de que el TEA, como anteriormente se mencionó, es considerado un trastorno crónico, estudios han permitido encontrar que a medida que avanza la edad, existe una mejora de sus síntomas, y una mejor adaptación funcional, lo que permite concluir que a medida que la atención sea más pronta, mejor será la evolución. Es por esto, que mediante la observación del juego espontáneo, de la conducta, la forma en que se comunica el niño, y/o como se comporta frente a distintas situaciones, es posible que podamos conocer la forma en que se está desarrollando. Pero lo que sí es de nuestro conocimiento que es lo que nos debe llamar la atención durante su desarrollo según el período etario en que se encuentra, podremos  pesquisar de manera temprana y consultar prontamente. Lo que nos permitirá saber, ante que signos debemos atender, y cuando debemos sospechar ante un posible diagnóstico TEA.


Algunos signos que es posible observar, según edad son:


Durante el primer año de vida:

  • Disminución de la fijación de la mirada, con menor contacto visual.
  • Dificultad en la atención hacia determinados estímulos.
  • No busca cosas que ha visto que se han escondido.
  • Menor atención hacia las caras.
  • Alteraciones en el desarrollo social, como la ausencia de la sonrisa o la risa social, aprender y realizar gestos como saludar o despedirse con la mano, realizar movimientos con la cabeza, para decir sí o no.
  • Alteraciones en el desarrollo comunicativo, como la ausencia o menor balbuceo durante los primeros meses, la ausencia para manifestar sus necesidades, pronunciar algunas palabras sencillas como mamá o papá, no señalar cosas,
  • Retraso en el desarrollo psicomotor, como la dificultad para desarrollar habilidades como el gateo, el mantenerse de pie sólo, o iniciar los primeros pasos.
  • Alteraciones sensoriales, como la respuesta alterada ante ciertos estímulos auditivos.

Ya a los 18 meses, 


  • No atiende cuando se le llama por su nombre.
  • No señala objetos para mostrarlas a otra persona.
  • Dificultad para imitar en el juego.
  • Dificultad para utilizar objetos que son familiares.
  • Lenguaje reducido, sin lograr decir palabras sencillas.
  • Respuesta alterada ante estímulos auditivos.


A los 24 meses:


  • Retraso en el desarrollo del lenguaje.
  • Ausencia en la imitación, ya sea de acciones o gestos.
  • Juego repetitivo, como alinear, girar, abrir o cerrar.
  • Ausencia de juego funcional o simbólico.
  • Falta de interés por relacionarse con sus pares.


Si bien la confirmación del diagnóstico, debe ser realizado por el especialista, son los cuidadores principales del niño, quienes pasan la mayor parte del tiempo junto al niño, por lo tanto, son quienes proporcionan la mayor información y quienes nos ponen en alerta. Por lo tanto, ante alguna sospecha frente a los signos mencionados, el proceder ideal debe ser consultar con el médico pediatra del niño, quien posterior a la evaluación derivará, ya sea a un neurólogo infantil o psiquiatra infantil para el diagnóstico.


Es importante recalcar, que la detección temprana, no significa una posible cura del autismo, debido a que es una condición, pero si, el tratamiento de intervención temprana puede favorecer considerablemente el desarrollo del niño en los aspectos de la conducta, en la comunicación y en la sociabilización, abordando las distintas áreas del desarrollo, y según cada caso en particular.


La invitación es a conocer día a día como se van desarrollando nuestros niños, a no temer cuando observemos que quizás algo no anda bien. Lo mejor siempre será consultar de forma temprana, a atender prontamente a las necesidades del niño, y sobre todo, permitirles las oportunidad de desarrollar sus habilidades de manera óptima, y de otorgarles las herramientas que le permitirán tener una mejor calidad de vida, y ser más autónomos.


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Daniella Mir Capurro -Kinesiólogo
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